Ironizando II.

Hagamos una canción con trocitos de nada y aumentemos las repeticiones o los tópicos o cualquier cosa que no merezca la pena. Y hablemos de ello en esa canción y que sea tuya y mía y que lo diga todo, todo lo que odiamos. Tú y yo. Tú, siempre compañera y yo, espejo por el que me formo después de tu reflejo.

Sonaba el teléfono.

Habían llamado. Podría continuar la cara de asombro pero mejor era volver en sí. Hablar, que no suele estar de más, siempre nos permitirá aumentar las idioteces ajenas o que otros nos consideren idiotas. Iria quiso serlo. Idiota aún más.

Habló y, como todo hablante poco cauto, lo hizo de la forma más expuesta posible.

Las palabras tienen vínculos con los estados de ánimo. Las de ella se formaban a partir de los depredadores y para ellos habría que preparar algún tipo de defensa y una posterior puñalada: depredador-defensa-ataque.

Y como todo viene con algún problema sin intereses, no estuvo de más acabar pareciendo otro depredador más cuyo fin evidentísimo era el deseo de herir o congelar corazones. Y entonces todo se va al garete y todo se queda en una malinterpretación razonablemente bien interpretada.

Habían llamado, y qué decir... Depredador-defensa-ataque. Fluían las emociones, rompía su cuerpo y se abría, sin querer. Y ahora hablaba, locuazmente, tranquilamente y amistosamente con otro parásito más de aquellos que se habían desviado de su camino, a propósito.

Pero, aun así, somos buenas personas.

Imagen: déjame cruzar o saltar, da igual; no vaya a ser que me pudra entre tantas palabras sin sentido.

Ángel interceptado, por Kanzo.