Yo carezco de tiempo para tratar las pequeñeces de la existencia pero me sigue gustando celebrar la suerte de estar viva, de respirar y, por ello, tengo el derecho de decirte que escuches mis respuestas o mis discursos porque... "aún me debéis mil rabietas."
- ... cerré la puerta de mi casa y caminé hasta desviarme por la primera bocacalle a la derecha. Eran las 12.15 de la noche y llegaba tarde a la fiesta de un amigo; la celebraba por algún motivo inerte, alguna decepción que deseaba convertir en alegría. Justo giré mi cabeza hacia la penumbra de aquella parte de la urbanización y aparecieron dos sombras. Una me cogió del brazo como si de una bolsa de pienso se tratara, me alzó y me llevó hasta la carretera general; allí, en uno de los múltiples arbustos, me escondió. Estuve agachada, sola, incrédula ante todo durante unos 10 minutos, mientras los oía hablar. "Esta puta no joderá más a mi hermana. Gracias a ella está sola, encerrada en casa. No sabes lo que siento al verla así. Vamos." Fue entonces cuando descubrí sus caras y cuando comencé a ahogarme. La respiración se cortaba y de mi pecho los gritos no conseguían salir. La vista se nubló y una telaraña turbia y repugnante cubría mis ojos. Sin embargo, pude ver sus sonrisas. A su lado tenían una parrilla con múltiples varas de tamaños desiguales. Después de los golpes, cogieron una de ellas y la introdujeron en mí. "Esta es la más pequeña." Durante media hora mis entrañas se quemaron mientras sentía el dolor aumentar y mi sangre, mi hipócrita sangre, brotaba por cualquier mínimo resquicio de mi piel. Los labios comenzaban a enrojecerse. Habían extraído de sus bolsos enormes navajas y comenzaron a cortarlos pedacito a pedacito. "Para que te acuerdes del dolor que causaron tus palabras." Me desmayé varias veces pero siempre estaban allí, aguardando mis muecas de sufrimiento, disfrutando ante mi dolor. Yo observaba la satisfacción de sus rostros, llenos de furia, de venganza. Finalmente, se bajaron los pantalones, hicieron su trabajo y me propinaron la última y más penetrante bofetada. Me quedé allí sin poder moverme hasta que amaneció y mis padres fueron a buscarme.
Son culpables y sé que yo he sido víctima de violación y todo lo que ustedes deseen afirmar pero, ante todo, soy consciente de mis malas actitudes, de haber ocasionado grandes estragos en vidas ajenas, de no haber sabido ver la realidad; así, de alguna forma he pagado una vida llena de falsa felicidad y verdades inexistentes. Para mí todo ha cambiado y no estoy segura de si esta situación es mejor o peor. Lo único que puedo asegurar es que mi mente ya no es la misma y de alguna forma esto me repara. Ya no tengo a las personas de antes y no puedo negar que las eche de menos pero ahora, aunque mi soledad sea más evidente, no pienso quejarme. Nunca.
Iria sabía que estas últimas palabras no ayudaban para probar la culpabilidad de los acusados. Aún así, las caras de indignación del resto, los sollozos de su madre y su impermeabilidad estaban en el primer lugar de todo veredicto.
- Bien. Una última pregunta. Cuando aparecieron estas dos personas ha dicho que gritó, ¿verdad?
- Sí. Estaba sorprendida de su actitud violenta o extraña, más bien.
- Pero, estaba en una calle de tránsito, en una urbanización. ¿Nadie la pudo oír?
- Yo sólo observé como algunos se asomaban levemente en sus ventanas. Nada más.
- ¿Nadie acudió a socorrerla?
- No.
"Ya la empatía no es necesaria."
3 comentarios:
tirori-rori... vaya una mierdecilla de foto!!xD
ti-rori-rori...
Yo no la calificaría como tal, corazón.
gracias por desvelarnos el secreto de iria.
va por ti dios(a).
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