16/7/07

Justo el día en que yo muera, intenta encontrarme. Otra vez.



Y qué decir cuando las cosas nunca finalizan y cuando nada parece igual o, realmente, es tan distinto que nadie puede diferenciarlo.
Para Iria hubo un tiempo en el que soñar ocupaba el primer puesto en la lista de prioridades y en el que se encontraba demasiado a gusto para reflexionar acerca de todo.

Caminaba lentamente hasta la preciada puerta. Cargaba su mente de reproches, aumentaba la temperatura de su piel e intentaba disimular el tono rojizo de sus mejillas. Sus piernas se tambaleaban a causa del odio, tan infundado el día anterior y tan lejano y deseado en estos momentos porque, en verdad, nada de esto debía ser real. Nada de esto podía constar. Y entonces, ¿qué existe? "Y de nuevo las típicas dudas existenciales y los quebraderos y la ausencia de ignorancia." Pero nadie tendría que ocupar su mente con tales necedades, ya todo resulta demasiado reiterativo e ínfimo. ¿Para qué preocuparnos de estar bien? ¡Pensemos en los demás! "Y de nuevo ideas estúpidas con su correspondiente carcajada opaca y silenciosa." Observaba todos los rincones de aquel lugar irónicamente limpio. Recordaba aquel día cuando abandonó el hospital. Sin embargo, ahora el victimismo comenzaba a evaporarse y sentía la necesidad de que alguien le pusiera las esposas y caminara sujetando su tosca mano en su brazo apretando hasta hacerla escurrirse en sudor como si de un preso se tratara, alguien que debía mostrar todos sus pecados y sus malas hazañas, sus malos pensamientos y sus estúpidas verdades. No iba a aceptar aquello de hacer justicia siendo como era, arqueando las cejas ante cualquier palabra ajena, con miradas incrédulas, con satisfacción ante el sinsaber. No se odiaba así misma pero deseaba olvidarse y olvidarlos para no volver a verlos. Deseaba ser culpable porque, realmente, así lo era al igual que aquellos dos imbéciles a los que en breves momentos escupiría con la mirada. Buscaba irritada a alguien que la lograra entender, que le diera las puñeteras esposas y la enjaulara o la llevara a algún lugar fuera de allí. No se estaba volviendo loca, no era tonta pero, no sabía. Y ahora, ¿qué? "Mierda, de nuevo repronunciadas preguntas." Algo debía terminar ya, lo que fuera. Se sentó en uno de esos bancos de mármol pulido, signo de los impuestos ciudadanales, y respiró muy hondo. "Y de nuevo los típicos gestos americanos que no sirven de nada y que nuestro subconsciente o aquello que no existe nos obliga a hacer." Y nada termina, todo vuelve al principio como si de una grabación se tratara. Los días son cansinos y, aún más cuando añoramos todo lo inconveniente.
Escaseaban los minutos antes del juicio e Iria no vaciló ni un instante más. Se levantó, y entró de una vez en la sala, repleta de mentes en blanco, personas con importantes carreras e inteligencia desmesurada, pero con mentes en blanco. "Malditos ignorantes." Iria permanecía suspicaz, pero no sabía. Bien, comienza la espiral y por fin, el último pensamiento. "Recordaros a vosotros mismos porque yo ya os he olvidado."



"Tal vez fue en ese momento cuando tomó la decisión de seleccionar sus recuerdos y borrar todo lastre en la nueva etapa que iniciaba, porque intuyó la necesidad de emplear toda su fuerza en la construcción de su destino."
De amor y de sombra - Isabel Allende.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hacía tiempo que no me emocionaba al leer algo.Enhorabuena, tus palabras confunden mi mente y se vuelven consejos, tal vez esperanzas.Porque cuando escribes nos veo reflejadas,tal vez no a la perfección, pero si queda una sombra de ti y eso...no hay palabras.

gracias

Anónimo dijo...

El testu de les chiruquines coxonudu... plas plas plas plas (toi aplaudiendo)... pero tranquila dalgun dii seremos seres superioresy nun mos moldearan les modes pasaxeres...
Por cierto... acabo atopame'l discu de desoRden... yujuuuuuuuuu