Introducidas en un ciclo productivo están todas las palabras. Entran formando parte de un producto completo y salen a modo de materia prima tras un proceso de parcial transformación, a veces absoluta.
Sería agradable conocer el límite máximo al que llega nuestra capacidad de cambio, plasmada en palabras, y también la capacidad de engaño a través de las mismas. Es indudable que no somos culpables porque no somos capaces de difundir palabras con total conformidad o al menos no es una conformidad absoluta y universal. Cambia por momentos, por horas o temporadas y lo que un día defendemos con inquebrantable seguridad, al poco, no al día siguiente, se convierte en desperdicios. La clave está en afirmar que para llegar al cambio hubo de haber un proceso de cambio; a veces, invisible, paulatino pero existente.
Lo ridículo e inevitablemente simpático es que continuaremos asegurando en balde y siendo presas de nuestros miedos, nuestras emociones, nuestra conciencia, nuestro saber estar y, como complemento, también de los miedos, de las emociones, de la conciencia y del saber estar de aquellas personas con las que nos relacionamos y gracias a las cuales, para bien o para mal, somos personas, engañadas pero existentes.
[Cogito, Cogito...]
Las palabras más bonitas de nuestro idioma no son te quiero, sino es benigno.Woody Allen - Desmontando a Harry.
Imagen: son balas, por omerbalyali.
2 comentarios:
bonitas palabras... ¡malditas palabras!
no me acuerdo exactamente qué día marchabas. pero bueno...pa no repetime con tópicos, pensaré mucho en ti. Aproveche la experiencia, doctora.
un abrazo
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