31/8/07

Comiendo corazones.


- Tengo los labios agrietados.
- Será por tus palabras. Aunque no creo que puedas ser la culpable. Escuchas y piensas y luego hablas... Así te creaste, así eres, en función de todo. Dependes de todo y de nada, a la vez. Eres Dios(a) y eres Demonio, eres una rayita de pintura y un lienzo descomunal.
- Soy yo.
- Eres tú. ¿Quien eres? No valen descripciones vomitivas de tu persona, ni afirmar tus múltiples defectos y virtudes. No vale alegar que eres consciente de todo lo que ocurre a tu alrededor, que miras a los demás y, de algún modo, percibes lo que ocurre, ves ese alo de luz que los envuelve y los descubre ante tus ojos cegados por todo lo demás. Esos ojos que tú afirmas acechadores y limpios. ¿Quien eres?
- Yo sé que no sé...
- ... nada. Y es verdad. No sabes nada pero, por momentos, piensas que sí, que entre todo el tumulto de gente que puedes encontrarte en el andén de una estación, en un cine o en un restaurante, eres más cuerda, piensas que te puedes enfrentar con mayor dignidad a todo porque tú, eres más inteligente, más puntual en tus recursos, en tus criterios. Ahora no niegues que tus labios agrietados no están así a causa de todas las barbaridades que escupes, ni de todas las mentiras que debes decir.
- Sí, pero mis palabras no me hacen daño a mí. Mis labios no sufren por lo que digo, no se cansan ni se rompen por los enrevesados torbellinos de frases analizadas que suelto al aire.
- Tú puedes creer lo que tu mente vea, de modo que puedo considerar lógico que razones de esa forma. Es así.


- Sí, todo es así.
- Vaya, pénsandolo bien, deben dolerte mucho. Te duelen, ¿verdad?
- Sólo cuando me como el corazón.


Imagen: toda sangre sobrante debe salir para continuar fluyendo.

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