Este, ese, aquel. Ninguno. Mío, tuyo, suyo. De nadie.
" Alzó su mano y tocó suavemente la superficie helada del espejo. Sintió algo fluir. Había alguien al otro lado. Dio un paso hacia alante y estiró más su brazo. Fue entonces cuando pudo percibir la textura líquida de ese espejo, las bocanadas de aire que agitaban la otra parte, el otro lado, aquello inimaginable. Se extrañó, pues en esa otra parte de la realidad, se encontraba, perpleja, frívola, petrificada, una mujer, de pie, fijando su mirada, indudablemente retraída, en ella, en ese espejo de aquel baño. Sintió la necesidad de traspasar la barrera y hundirse en aquellos ojos, aquella piel, aquel cuerpo. Fundirse en ella para enseñar y hacer comprender que todo aquello existía, que lo que no era verdad podría serla en otro mundo, en otras perspectivas, que lo relativo podría dejar de serlo visto desde otros ángulos, en paisajes desconocidos donde la gente podría o no ser humana y las personas no piensan, sino que fluyen y se mecen con el viento hasta llegar al próximo instante de aprendizaje y preparación. En ese lugar desconocido, en ese lugar donde las ilusiones son producto único y exclusivo de los sueños. Donde los sueños no se experimentan despierto, sino que ocurren en el momento de dormir. Párpados caídos. Dormir. "
Iria se despertó, por fin, sintiéndose macabramente olvidada pero observada, a la vez. Sintió una relajación penetrante en cada poro de su piel y sintió que cada hecho pasado era algo mordaz, pesado para su cuerpo y su mente. No olvidaría ese sueño en el que ella no era la protagonista, en el que no hacía otro papel, sino el de estar presente sin hablar, sin moverse, callada, hermética. Pensó que aquel debiera ser el verdadero y conveniente guión de la película.
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